Me revienta la gente puntual. Sobre todo si la cita es mi casa y a la mañana. Porque la mañana es horrible por donde la mires, sino fuera por el sol que entra por la ventana y hace que el lugar sea agradable. Pensar que cuando buscaba para alquilar, lo imprescindible era que el sol entrara por algún rincón del departamento. Y la primera vez que vi una mañana, fue cuando llegué de una fiesta a las 7 de la mañana y tomé la decisión de desperdiciarlo hasta las 3 de la tarde, cuando ya se había alejado lo suficiente de mi ficus. Será porque me es imposible ser puntual y porque considero que hacerle caso a un reloj es una pérdida de tiempo.
Me levanté muy contenta sobre la hora de la reunión, alcancé a separar los ojos, vestirme y preparar el desayuno cuando sonó el timbre y ya habían pasado 20 minutos de la hora pautada. "Ese es el momento de llegar!", le dije a mi (hasta entonces) compañero nuevo de facultad y nos sentamos a pensar y escribir felices.