Alcancé el punto en que ya me molesta cuando alguien me pregunta cómo estoy inmediatamente después de saludarme. Es tan irreal esa pregunta... es realmente imposible responder la verdad y no caer en lugares comunes para simplemente decir ‘bien, todo bien’.
Imposible explicarle a nuestro ex vecino que hace cinco años no vemos que en realidad no está todo tan bien, que estamos preocupados porque el perro se enfermó, porque está llegando tarde al teatro, porque no encuentra pareja, porque la pareja lo dejó o porque entraron a robar a la casa de nuestro amigo justo la noche en que dejamos ahí la bicicleta. Cada vez que respondo ‘bien, todo bien’ me odio por dentro y en silencio insulto a quien me lo pregunta.
Pero hay una persona a la que no le puedo mentir, a tal punto que cuando me pregunta tengo que pensar una buena y fidedigna respuesta porque, encima, es lo que espera y porque siento que si no le digo la verdad me estoy mintiendo a mi misma. No es fácil. Es más, ya unas horas antes de vernos empiezo a pensar de antemano qué carajo voy a responder antes esa pregunta tan simple, pero tan bien encubierta en el colectivo social.
Y cuando salgo de mi casa los lunes y voy caminando por calle 7, no pienso en otra cosa que eso. Y le toco el timbre y subo su escalera caracol un tanto nerviosa porque la pregunta maldita se acerca y no queda otra que enfrentarla y afrontarla. Y me siento en su diván y después de cerrar la puerta se acomoda frente mío, me mira y me dice: Hola Lucía, cómo estás?.
Y se me complica la existencia.
3 comentarios:
en unos días, opino!
daniela cómo estás????????
Sinceramente pensé que no iba a poder hablar, pero dije tantas cosas a una velocidad tan importante que no puedo recordar casi nada.
Lo que sí, me lleve muchas preguntas para decorar la semana
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