Me encanta esa gente que dice puteadas bien largas, que se caga en algo, en alguien o en muchos y después manda todo a la recalcada y la reputísima y la que te remil. Me resultan graciosas porque canalizan su energía negativa en gritos que son como balas perdidas, porque esa pobre mujer que te parió a vos que estás en frente, en algún lado está, igual que todos los santos que reciben el regalo divino.
Cuando era chiquita mi mamá no me dejaba decir "malas palabras", entonces me reía cuando escuchaba alguna y mi abuelo se reía de mí cuando aprendí a leer y por la calle iba descifrando graffitis, hasta que dije: Pe-lo-tu-do.
Con el tiempo amplié mi lista negra, pero evitaba usarla. Mi mamá insistía en explicarme el significado de todas esas palabras para que me diera verguenza y no las dijera, así que no solo tenía los términos, sino también una pequeña enciclopedia Larousse no autorizada. Hasta que un día, la pobre volvió a poner la cara de aquella vez, cuando le pregunté cómo era posible que Papá Noel siendo tan gordo bajara del cielo con un trineo pesado lleno de regalos y recorriera en una sola noche todas las casas del mundo. Tenía que explicarme qué era "pornoco" mientras almorzábamos, diez años después de haber sido la abogada defensora del gordo que entra por la chimenea con un traje de cola cola. Y ahora la entiendo, ¿cómo tragar esas papas con arvejas delante mío, que la miraba con los ojos grandes y el "pornoco" que no era un "pornoco" en la frente? Debo decir que salió muy bien del paso y a buen entender, solo se necesitaron pocas pero buenas palabras.
Ahora uso algunas, cuando la situación lo requiere, pero es cierto que "hablar bien no cuesta una mierda y te da un beneficio de la puta madre".
2 comentarios:
Buenisimo un post de la reconch....de su madre
de mi madre? no creo que le guste
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