martes, 11 de noviembre de 2008

Algunas ventajas de ser mujer…

Hoy cuando volvía del trabajo con Marisa, una de mis compañeras, veníamos charlando, como siempre, de muchas cosas al mismo tiempo, interrumpiéndonos, olvidándonos lo que íbamos diciendo y eso que hacemos las mujeres. Ella me contaba que ayer viernes, uno de nuestros superiores la había invitado a cenar (para aclarar esta situación, hay una compañía “A” que contrata al call center “B” donde nosotras trabajamos, es un servicio tercerizado y por más que yo sea empleada de “A”, los directivos de “B” están mucho con nosotros). Cuando Marisa recibió la invitación, la dudó. Porque el Sr. H directa o indirectamente es un superior, porque después daría que hablar en el trabajo, porque ella está en mira de otros hombres y porque el Sr. H no está bueno. Pero luego de pensarlo un poco accedió. Porque era viernes, porque el Sr. H se ofreció a pagar por la velada, porque nadie más la había invitado y porque, mal o bien, una salida se niega pocas veces. Mientras me contaba cómo había ido la noche, nos avocamos a los motivos por los cuales había dicho que sí y llegamos a la conclusión de que, tanto en este caso como en muchos otros vividos por varias mujeres, la dinámica es siempre la misma; hay una Marisa que es linda, atractiva físicamente, simpática e interesante y un Sr. H que la pretende, generalmente poco agraciado físicamente, muy perfumado, que suele usar camisas en vez de remaras y por más que lo intente, nunca logrará que Marisa se fije en él con otras intenciones. En alguna esperanza de ser registrado, el Sr. H invita a la Marisa a salir, a cenar, al cine, a tomar helado (nunca a tomar mate a una plaza ya que eso es de hippies y no es el estilo del Sr. H). La Marisa, estando al tanto de su atractivo y su potencial y sabiendo que ella apunta a otro tipo de hombres, lo duda hasta que termina diciendo que sí. A partir de este momento en adelante, los dos protagonistas se mueven sobre plantillas preestablecidas socialmente en los que la mujer siempre sale beneficiada. Durante el encuentro, la Marisa se hará la linda, haciendo sobresalir de manera sutil todos sus atributos aparte de los obvios, será muy simpática y coqueta, lo suficientemente protocolar. Hará alguna que otra mención a algún otro hombre que le agrada como para cerciorarse de que el Sr. H ni siquiera intente alguna ‘tirada de palo’, irá alguna vez al baño a retocarse el maquillaje, se sentirá admirada y deseada, pero con cierta distancia de por medio y querrá cruzarse durante la velada con algún amigo de su ex novio, mientras deseará con fuerza que no sea el ex en persona con su actual pareja. Aprovechará de la atención brindada por el Sr. H, hará preguntas íntimas como para generar un acercamiento cauteloso y lograr cierta complicidad, interrogará acerca de alguna relación pasada, logrará interiorizarse de chismes que en otro contexto no le hubiesen sido proporcionados y pedirá un buen plato de alguna comida exótica, un buen vino y algún postre mientras comenta que cuida su figura y espera algún halago a cambio. Por otra parte, el Sr. H, embelesado e incrédulo, goza enormemente de la compañía de la Marisa. Se habrá puesto perfume importado porque sabe que las mujeres morimos por un buen perfume, habrá elegido cautelosamente de su guardarropa algo semi casual y semi formal al mismo tiempo, ni muy muy, ni tan tan. Habrá ido al cajero antes de pasar por ella, sabiendo que la cena le iba a costar como mínimo un billete violeta. Habrá estudiado cuidadosamente el lugar al que asistir, comunicándoselo a ella como si hubiera sido una elección espontánea. En caso de que no disponga de vehículo propio y la casa de ella esté lejos del restaurante, irán en taxi que él pagará, pero jamás en colectivo. La abrirá la puerta del auto, la dejará pasar primero y será simpático con otras mujeres sólo a los efectos de las formalidades, jamás se le ocurriría mirar un escote ajeno y en caso de hacerlo, logrará que pase inadvertido. Durante la cena se mostrará atento convidándola con las sugerencias más exquisitas y seguramente elegirán el mismo plato. Responderá todo lo que ella consulte, no vaya a ser cosa de quedar mal, y preguntará acerca de sus estudios, sus aspiraciones, sus experiencias laborales, sus hobbies, sus gustos y tratará de encontrar en toda esa información alguna frase que le permita invitarla a salir nuevamente. A su vez, sentirá su ego por las nubes ya que no puede creer ser visto con semejante mujer siendo él semejante espécimen y sabrá cuáles de los otros comensales/mozos/recepcionistas lo miran con cara de “cómo hace este hijo de puta para comerse una mina así”. Al final de la noche, él la acompaña a su casa, donde ella muy simpática agradece por la excelente cena y promete una nueva salida, pero sin dar fechas específicas. Al separarse, ella sabe que jamás se repetirá y él queda con la esperanza de que esto suceda nuevamente para poder contar a sus amigos la secuencia del primer beso. A diferencia de los hombres, las mujeres siempre son convidadas con cenas, tragos, entradas gratis, recitales, paseos, viajes hasta la casa, etc. y una debe aprender cómo aprovechar eso sin ser descortés ni cara rota. Se debe prevalecer un simpático encuentro y abandonar toda exclusividad a un modelo de hombre determinado, aceptando que hay quienes se ofrecen a apaciguarnos la soledad por el módico precio de una ilusión. Después de todo será un consensuado ‘gracias por los servicios prestados y hasta la próxima’.
por Lucía Jimenez

4 comentarios:

semicorchea ||| dijo...

lo que le pasa a algunas mujeres...

Anónimo dijo...

Depende de qué mujeres estemos hablando.. tampoco hay que generalizar... no saldría con nadie solo por una buena cena, un perfume importado y una velada en un buen restaurant!

Anónimo dijo...

Ahhh Cecho!!! je

Anónimo dijo...

obvio...
imposible generalizar, pero pasa
y mucho!

Lu