jueves, 27 de noviembre de 2008

Lo vi por última vez

por S.G.G.
Ayer despedí a alguien sabiendo que esa era la última vez que lo iba a ver en mi vida. Si bien creo y espero, me quedan muchos años por delante, esa persona tuvo un paso fugaz por recorrido terrenal. No significó nada, solamente lo conocí. Ni si quiera era una mujer, era un hombre y podría haber sido mi padre o, por qué no, mi abuelo. Cuando se despidió me dijo "ah sido un gusto conocerte y cuando andes por Zarate no dudes en pasar a visitarme", me invitó con acento paraguayo, país en el que nació. Pero yo se que jamás lo visitaré. Porque no es un amigo y porque tampoco tendría muchos temas de los cuales hablar en ese momento. De todos modos le pedí su teléfono. Siempre agendo números pensando en que algún día lo puedo llegar a llamar. "Mendoza" me dijo y señaló mi celular. Me estaba dando su apellido y si no lo hubiese hecho jamás podría haber sabido como guardarlo. Por un momento creí que se estaba emocionando por la despedida y no tenía ningún motivo para hacerlo. Yo tampoco y sin embargo algo de tristeza tenía. Me comentó que se estaba por jubilar y que ya tenía un nuevo proyecto en mente. Iba a licitar para sacar la Kangoo con la que comenzaría a hacer de correo "pero cerca, a 300 kilómetros nomás" y con su brazo dibujó una especie de círculo en el aire. Yo observaba cada movimiento y por dentro esperaba que su futuro negocio funcione. No sabía mucho de él, pero sabía que se lo merecía. Se fue. Cruzó hacia la verdulería a comprar vaya a saber qué y luego volvió a acercarse. Delante de mí estaba estacionado su auto, se subió y, casi sin querer saludar se fue. En ese mismo momento supe que era la última vez que lo iba a ver. Que nunca la vida nos iba a cruzar y que, tanto el para mi como yo para el, había pasado por mi vida durante unos meses, cuando vivió pegado a mi negocio. Supe que en el tiempo que había estado trabajando en la zona, una de sus hijas había fallecido. Me dio mucha pena pero jamás me atreví a preguntarle sobre el tema. Igual lo encontré recuperado o simulando estarlo. Dicen que uno nunca se recupera de una perdida de ese tipo. Busqué la razón que me explicara por qué había pasado este buen hombre por mi vida y aún no lo encontré. El día que lo sepa continuaré con este cuento, mientras tanto me quedo con su última mirada que me regaló una sonrisa. Una sonrisa que espero dure muchos años más aunque jamás vuelva a verlo. De todos modos, aún conservo su teléfono…

1 comentario:

Anónimo dijo...

me pasó exactamente lo mismo, en una viaje del Plaza volviendo de Capital a La Plata.
Alejandro, jubilado, Correntino, alfarero, empleado público, padre, esposo, voluntario de una iglesia, poseedor de una fórmula secreta para hacer pegamento, ex motoquero...
historias increíbles si las hay

lu